A través del taller de "Los Jueves Culturales" se enviaron varios trabajos escritos por nuestros participantes al V Certamen de Narraciones a ASPRODES-FEAPS de Salamanca, ahora en Junio notifican a Alberto de la Cruz Acedo que ha ganado el segundo premio por su narración El Espejo.
El diploma es muy grande y el premio consiste en una estancia de fin de semana en una posada con encanto en la Sierra de Francia de Salamanca. A disfrutarlo.
El espejo
Érase una vez
una niña, llamada Anabel, ella tenía la suerte de tener un pájaro como amigo,
se llamaba Ricardo, él le contaba sus aventuras y sus viajes.
Ellos sólo
pasaban unos días juntos al año, porque Ricardo migraba a sitios más cálidos en
invierno, él le contaba que le encantaba volar y que una vez fue perseguido por
un halcón ¡qué tenía un hambre! otra vez, como hizo un nido y tuvo una pequeña
familia, como volaba en bandada entre sus colegas, o, como rebuscaba insectos
entre la hierba, sin llamar la atención.
Anabel tenía
una fuente en el jardín y Ricardo se daba largos baños en ella, luego con un
cortaúñas la joven le arreglaba las uñas, y le daba alpiste para comer. Una
vez, Anabel le dio un espejito para que viera lo bonito que era y este se miró
pero no se gustó, él quería ser mas grande, mas fuerte, con mas color y se dio
cuenta que era una simple paloma avergonzada. El decía que en un viaje a
tierras lejanas, conoció a un artista, que pintaba, que le había retratado en
alguno de sus cuadros y no era igual, Anabel le dijo que el pintor pinta no
sólo lo que ve, sino lo que el siente, él contaba que era como verse desnudo
pero muy guapo y sin embargo ante el espejo eso no se reflejaba, Anabel para
consolarle le aseguró que cuando volviera de viaje le tendría hecho un retrato
y Ricardo se marchó.
Pues… ¡Vaya
problema! Dijo Anabel, porque ella no tenía ni idea de dibujar, pero pensó lo
intentaré y a ver qué sale. A la primera le salió un pato, pero ella pensó,
mejor que un garabato, y lo volvió a repetir, y así, hasta cinco veces, y
entonces decidió que ya era suficiente, tendría que esperar la vuelta de su
amiguito para oír su opinión.
Cuando Ricardo regresó pensó
¡Vaya dibujo más raro! Pero como era de su amiga, le dio las gracias, y se lo
quedó, y de vez en cuando, lo mira, y se ve a él, más que si él mismo se
dibujara.